El volcán Paricutín vs el templo de San Juan Parangaricutiro
Comienzo el año con un emodestination que tiene para mí un valor sentimental muy especial, recuperado de un baúl de recuerdos muchos de los cuales creía olvidados, pero que enseguida consiguió despertar en mí la emoción de revivir aquellos sentimientos que me invadieron durante la que fue, sin duda, la mejor experiencia de mi vida.
Como buena experiential content curator, brujuleando en la red encontré, en un acto casi de serendipia, una foto de San Juan Parangaricutiro, un pequeño pueblo situado en la meseta del Purépecha, en el Estado Mexicano de Michoacán, que sufrió la erupción del volcán Paricutín allá por el año 1943. Durante más de 9 años de actividad volcánica, el pueblo de San Juan fue cubierto por la lava y casi completamente arrasado. Y digo casi porque lo único que sobrevivió a las fauces del Paricutín fue la iglesia del pueblo.
Una imagen sobrecogedora muestra los restos de la torre de la iglesia, y los tejados asomando tímidamente por encima de la lava, ya solidificada y asentada sobre las ruinas de lo que antaño fue el pueblo de San Juan Parangaricutiro. Jamás olvidaré aquel escalofrío que me recorrió la espalda en el momento en el que, tras una ardua y exhausta subida a pie hasta la cima del volcán Paricutín, pude contemplar con mis propios ojos aquel capricho de la naturaleza. Entre la densa vegetación se podía divisar lo que parecía una torre, pero que no tenía base, pues se encontraba arropada por los restos de lava, como un manto negro, en un terreno tremendamente irregular y pedregoso, que hace algo complicado la accesibilidad al lugar.
Un paisaje cuanto menos impactante, que me hizo preguntarme cómo fue posible que aquella estructura pudiera sobrevivir a tal desastre natural, cómo fue posible que la torre y el ábside de la iglesia consiguieran soportar todo el peso del volcán durante 9 largos años de erupción. Cuando todo aquello tuvo lugar, afortunadamente los habitantes fueron evacuados y reinstalados en una hacienda a 30 kilómetros del lugar, resurgiendo el nuevo San Juan Parangaricutiro. Pero no puedo evitar preguntarme qué sentirán aquellas familias que, desde la distancia, pueden contemplar lo que antaño fue su hogar, y que parece haber sobrevivido únicamente con el fin de permanecer de alguna manera en el recuerdo de sus habitantes y de sus futuras generaciones.
La iglesia de San Juan Parangaricutiro no deja indiferente nadie, siendo un emodestination único y una de las maravillas naturales del mundo. Hasta Google Maps se ha hecho eco de la ubicación de los restos, al igual que hay quien se acoge a lo sobrenatural para explicar este hecho insólito.
Lo cierto es que, milagrosamente, lo que ya es un caso de estudio como obra maestra de ingeniería, ha traspasado fronteras y en lo que a mí respecta, ha dejado una huella imborrable en mi memoria que recordaré siempre como uno de los grandes emodestinations del mundo actual.