En Galicia, en un lugar perdido entre los acantilados de Loiba, encontramos el banco más bonito del mundo. Y no lo decimos nosotros. Así se hace llamar, y así es conocido literalmente gracias a la fotografía de Dani Caxete, que fue tomada el pasado agosto del 2014 y que ganó el premio “Earth and Sky Photo Contest on Dark Skies Importance”, un concurso de prestigio internacional que forma parte del proyecto TWAN en busca los cielos nocturnos más bellos del mundo.
El asiento de madera que el mecánico de Loiba, Rafael Prieto colocó, hace más de diez años en Furnas, en el municipio de Ortigueira. Todos quieren inmortalizarse sentados en este banco disfrutando del Cabo Ortegal. Se ha convertido en un ritual el hacerse un selfie en este sitio, potenciando ese fenómeno del «sobreturismo (Overtourism)» que a veces genera rechazo entre los habitantes locales.
El nombre adecuado, en el sitio adecuado. Desde Destinos Experienciales siempre nos hemos reafirmado en el arte de nombrar las cosas y hacerlo de forma bella, pues de esta forma evitamos que pasen desapercibidas. William Bernbach, uno de los genios de la publicidad, ya advertía de la importancia de escribir bien para vender bien, y en este caso, sin desmerecer la belleza del lugar, el banco más bonito del mundo ya es un nuevo enclave turístico que ha disparado el turismo de “selfies” en Galicia.
Pero “el banco más bonito del mundo” no es el único ejemplo que encontramos, pues son muchos los predecesores de esta tendencia que a lo largo del mundo nos regalan historias llenas de emociones y recuerdos expresados en una sola frase, escrita en la parte de atrás de un banco cualquiera.
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Bancos que pasan de ser meros objetos callejeros a auténticos lugares de culto por el simple hecho de poseer una frase, un nombre que les defina, de forma bella y memorable, haciéndoles testigos de una historia que tan sólo ellos conocen.
Espectaculares vistas rodean el banco más bonito del mundo, dominando desde las alturas el paisaje gallego, y arropado bajo el manto de un cielo estrellado donde se aprecian todas y cada una de las estrellas que alcanzan nuestra vista. Todo ello rodeado por un halo de misterio concerniente a quien un día cogió un bolígrafo y escribió en su parte trasera la frase que hoy lo define: “The best bank in the world”.
Tal es la repercusión que este lugar ha generado que hasta ha llegado a protagonizar un anuncio de Ikea, lo que demuestra que en un mundo dominado por la tecnología, las grandes marcas ha optado por el enorme significado que es capaz de transmitir la sencillez de una única frase, adoptándola a modo de “claim” en una de sus campañas.
Y es que en turismo, sobre todo en la parte de comercialización de productos experienciales, es esencial trabajar con el lenguaje para poder conectar con el viajero, y transmitirle el mensaje generando expectativa por conocer la historia del lugar. El saber trabajar con la identidad de las cosas ayuda a convertir en intangible cualquier recurso turístico, dándole ese componente experiencial que lo convierta en algo único que, al fin y al cabo, es lo que permanecerá en la mente del viajero del S.XXI. El arte de nombrar las cosas, algo de lo que ya hablábamos en nuestro blog de M2M Innovation Factory, bajo la marca de Marketing Thinkers «La importancia de llamarse Ernesto» y «Si yo te contará o contase«.
Todo objeto, todo recurso, toda experiencia tiene un nombre natural y hay que descubrirlo. Porque encierra una historia, y toda historia merece ser contada, ya sea desde un banco mirando las estrellas o en el tronco de un árbol cualquiera, porque a partir de ese momento, ese lugar será único y memorable para siempre.