Para los que procedemos de la gran ciudad, buscamos un destino que nos evoque emociones únicas y memorables, llenas del espíritu de una isla auténtica y experiencial como es La Palma.
Alejada del mundano ruido de las grandes urbes, nos encontramos con una serendipia de emociones, que conectan con un estilo de vida singular, marcado por la autenticidad y la pasión por los detalles, en una atmósfera de relax y evasión de la rutina diaria.
Este post está enfocado en una ruta sensorial a través de los sonidos de La Palma, formando parte de la iniciativa #EscuchaLaPalma desde donde se nos ha querido plantear a todos los bloggers de viajes la participación en un proyecto explorando diferentes rutas a través de los sonidos de la isla.
He aquí mi propuesta, dedicada a aquellos que busquen evadirse y que, por serendipia, conecten con la isla creando un vínculo emocional que haga que todos y cada uno de los rincones de la isla sean especiales y nos completen como viajeros en busca de grandes experiencias en pequeños paraísos.
Cerrando los ojos comienzo mi recorrido y me convierto en la protagonista de mi propia historia en La Palma. Este trayecto sensorial me lleva al Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, donde el discurrir del agua se pelea con el suave viento por ser los primeros en rozar aquel maravilloso paisaje natural, repleto de especies autóctonas haciendo las delicias de mis inquietudes por el turismo activo y de naturaleza. Cuando escucho este sonido me imagino a mí misma caminando entre los árboles y asomándome por la ribera del río para llegar al pie de las cataratas escondidas, salpicando de color y llenando de significado mi primera parada de este viaje sonoro experiencial.
A continuación, sigo el sonido del Barranco Hondo de Nogales y me dirijo hipnotizada por la leyenda del Salto del Enamorado, muy cerca en Puntallana, donde el amor pone a prueba al más osado pastor y demuestra que entre tanta belleza, hay un lugar llamado La Palma que se eleva por encima del mar y te invita a tocar las estrellas. Escuchando el sonido de los pájaros en medio del silencio de la naturaleza recuerdo aquella bonita historia y pienso que “ojos que no ven, corazón que siente…y se emociona”
Más allá en el sur de La Palma, las salinas de Fuentecaliente inundan el paisaje de dunas blancas y los trabajadores se oyen faenar en medio de aquel contraste entre el blanco de la sal y el negro de la tierra. El sonido de las palas hundiéndose en la sal evoca los sabores de la isla, su gastronomía, un regalo de la naturaleza para nuestros sentidos, que comienza con el dulce sonido del mar, cuyas olas se funden en las rocas y termina en el brillo de la sal a la luz de los faros de La Palma que iluminan las salinas cada atardecer, a la sombra protectora del volcán de Teneguía.
Por último, de la sal del mar me elevo hacia la cima del Roque de los Muchachos, donde en medio del silencio de la noche sólo se escucha el tenue viento susurrándote al oído y soplando con dulce suavidad. Es de noche, y en plena naturaleza miro hacia arriba y veo las estrellas con tanta claridad que parece que alzando la mano se puedan tocar. Desde el gran Observatorio hasta la ladera de las Tricias, el entorno es perfecto para dejarse refugiar por el manto de estrellas, y hundirse en el firmamento yendo directo de La Palma al cielo, pasando por la serendipia de emociones que evocan los sonidos de este pequeño paraíso.
Explorando este mapa sensorial me doy cuenta de que La Palma es mucho más que una isla. La Palma es un estilo de vida, con una singularidad auténtica y con un cielo experiencial.